noviembre 17, 2008

¿9º está?

No sé por dónde empezar.
No sé cuándo nos dijeron que nos íbamos, y mucho no me importaba. En las primeras charlas traté de buscarle la vuelta para mostrar una indiferencia absoluta. Después nos contaron más detalles y decidí que iba a ir. Era barato y no podía ser peor que estar en la escuela, obvio.
Llegaba noviembre y la ansiedad: hay que comprar cosas, no sé qué disfraz llevar, ¿saldrá todo bien?... Eran miles las inquietudes que ocupaban mi cabeza y se hicieron nervios, impaciencia. En los últimos días previos al viaje, todo eso se convirtió en entusiasmo.
Cuando ví llegar el micro me dí cuenta de que estaba lista y decidida: ibamos a detonar Mar del Plata. Y sí… 45 personas dando todo lo mejor y poniendo buena onda en cada momento. 45 personas que esperaron meses para subirse al micro; a ese micro que se demoró media hora y la espera fue intolerable. 45 personas con ganas de estar para dar un giro a la vida por una semana lejos. Y ausentes aunque no tanto, algunos también tiraron ganas desde acá y probamos que más allá de las distancias uno puede cambiar algo poniendo fuerza y apoyo. Nada podía salir mal.
¿Y nuestras caras cuando llegamos al hotel? El hambre, el calor, el cansancio; nosotros sin poder
dejar de sonreír y esperar con ansias armando nuestros cuartos de 5, sentados sobre los bolsos.
Por fin bajamos a la playa, impacientes, antes de instalarnos y que Hernán nos dé otro sermón sobre las normas de convivencia y bla, bla, bla. Él y su capacidad de hacernos reír sin parar o aburrirnos insoportablemente: extremista. ¿Y Girola? durmiendo (como siempre).
Después almorzamos. Me senté con Vico en una mesa con todos chicos de la tarde. No conocíamos a nadie y nos daba vergüenza comer los fideos. ¿Por qué no buscamos una mesa con más amigos o compañeros? ¿No podían elegir algo más difícil de comer? Lucho estaba frente a nosotras y nos miraba riéndose en los primeros y únicos dos bocados que comimos, sonrojadas y entre risas. Así lo conocimos (como para no recordarlo) y empezamos una amistad enseguida.
El resto del primer día fue muy tranquilo porque, obviamente, estábamos muy cansados. Igual le pusimos pilas porque ¡HOLA 9º!, empezaba nuestro viaje de egresados. Fuimos más a la playa, recorrimos el lugar, y “desordenamos” las cosas de los bolsos por el cuarto que compartimos Caro, Vico, Mica G., yo, y más tarde Sabrina.
Los días que siguieron fueron mucho más organizados gracias a los programas que hicieron los profes. Pero eso sí: todos los días, sin excepción, a la playa.
Conocimos a Juli y Pablito, lugareños de Chapadmalal, y fue como si ya nos conociéramos de antes. Especialmente con Juli que limaba las mismas cosas que nosotros y nos reíamos de todo juntos como si hubiésemos tenido guiones para todo lo que decíamos. Pabli era más tímido y… a mí me gustaba. Probablemente, si Juli no me hubiera dicho antes su linda impresión de mí, no me hubiese fijado en él. Es que es mi ideal de chico: habló poco pero se reía y tenía la mejor onda, tenía una cara de bueeeeno re linda, y la mirada más tierna. Era usual siempre con ellos, Vico, Nico, Mica boludeando por el barrio; sentados frente a la laguna, en el hotel o en la playa.
Uno de esos días nos demoramos una hora y nos habíamos ido sin avisar. Cuando volvimos estaban todos sentados en los bosquecitos de frente al hotel, esperándonos para reflexionar entre todos y arreglar varias cosas en las que fallábamos como grupo. Fuimos la gota que rebalsó el vaso, pero gracias a eso empezó a funcionar todo mejor y con una unión mucho más notable. Todos reconocimos en qué estábamos mal y pedimos perdón, todos a fin de cuentas fuimos entendidos y disculpados, todos nos pusimos de acuerdo para estar cada vez un poco mejor; esta vez, sin ayuda de los profes, que nos dejaron solos para ver que decidíamos (para no decir que nos pusieron a prueba).
La semana estuvo llena de travesías. La primera fue Mar del Plata. El micro nos dejó en el puerto y vimos a los lobos marinos (a uno de ellos muerto y olimos el desagradable olor que tenían). De ahí caminamos 9 km. hasta el centro, abajo del sol y con muchos grados de térmica. Llegamos exhaustos y se largó a llover, y paró, y fuimos a la playa, y se largó a llover, y paró, y se largó a llover, sobreentendido ¿no? Estuvo lejos de ser el mejor día, estuvo lejos de estar “muy bueno”. Pero igual, después fuimos a la peatonal, solos y libres de profes; Vico, Lucho, Mica, Majo y yo.
La salida que siguió fue a Sierra de los Padres, que fuimos de camping a las sierras bajas. Había un lago hermoso y, mientras todos se metían, Lucho, Nico, Vico, Lu y yo trepamos para ver la totalidad del paisaje y sacar mil fotos. Hasta que… abajo empezaron una guerra de agua, sin piedad. Observando todo desde arriba, entendimos para qué era la muda de ropa que nos dijeron que llevemos y no llevamos. No podíamos mojarnos, no podían mojarnos, ¡no queríamos!
La guerra de agua se convirtió en una persecución a nosotros 5 por la extensión de las sierras. Eso no era inevitablemente malo, no en ese lugar; escondiéndonos atrás de los árboles, cruzando alambres de púa, pisando hojas secas, sin descifrar donde terminaba lo alucinante alrededor. Vico bajó y terminó mojada, pero los 4 restantes fuimos más lejos que donde no se podía cruzar. Nos sentimos totalmente libres, y se nos pasó la hora. Era fija que si volvíamos pronto nos iban a mojar. Subieron a buscarnos Flopi y Maxi Asconape, y nosotros escapándonos pensando que era para mojarnos. Paramos porque vimos que no tenían botellas ni nada, y filmamos todo el momento desde que huíamos hasta cuando Flopi nos avisó que iban a retarnos los profesores. Cuestión que bajamos y no nos dijeron nada, sólo que nos apuremos porque ya volvíamos a Chapadmalal.
En el retorno, paramos en otra parte de Sierra de los Padres, a unos pocos kilómetros. Ahí tuvimos una actividad donde todos los chicos pidieron deseos menos Nico y yo, que nos excluimos porque a mi no me gusta pedirle cosas a las vírgenes y él se quedó acompañándome. También fuimos los únicos que no terminaron llorando durante toda la vuelta en el micro. Hablo al menos por mí si digo que igual me llegó profundo ver a todos tan felices y, de un momento a otro, reflejando en las lágrimas el dolor de esos sueños e ilusiones. Saqué unas fotos al paisaje, que era más inmenso que el anterior, y nos fuimos.
Nos quedaba otro día de viaje a las Barrancas, pero lo cancelamos porque llovió un ratito y también ya estábamos desgastados. Cuando salió el sol pasamos todo el resto del día en la playa.
Los profes organizaron equipos de 10, con los que hicimos juegos. Uno fue en los bosquecitos, donde tuvimos que correr a medianoche buscando carteles con puntos entre las ramas, los arbustos y con la desolada luz de algunas linternas. La última vez nos hicieron armar un sketch disfrazados, antes de la fiesta de disfraces. Integraba el equipo 2, MocoreTeam, que hicimos el detrás de escena de la filmación de un videoclip de I don’t feel like dancing (Scissor Sisters). En fin, los equipos eran hechos, supongo que, al azar. Eramos pocos los que teníamos afinidad de antes y el propósito era conocernos y trabajar en grupo. Lo hicimos bien y salimos segundos, a pocos puntos del primer equipo.
Con la excusa de otro de esos juegos, nos encontramos todos en la playa y nos hicieron llevar un pañuelo. En ese momento empezaba una fiesta en el hotel a la que todos queríamos ir, y por la que nadie quería hacer actividad grupal. A mí, mi mamá ya me había contado que iban a darnos cartas de nuestros familiares y fotos de nuestra infancia. Siempre hacen lo mismo, no me hubiese sorprendido de todas formas, pero saberlo no influyó en nada.
Entonces Hernán nos hizo tapar los ojos. Mis lágrimas ya empezaban a mojar el pañuelo. Nos quedamos en silencio. Empezó a decir las cosas más lindas que escuché de un profesor. No se escuchaba una palabra, un suspiro, un paso, nada. Nos hizo tener en la mente sólo su voz y el ruido de las olas; sentimos sólo el viento en la cara y la arena donde nos sentamos. Ya ni el frío nos perturbaba porque todo era perfecto. Hernán nos enseñó a valorar esas simplezas, esas cosas chicas que pueden llenar vacíos desmedidos. Entendimos que no queríamos estar en la fiesta, entendimos que preferíamos estar en la magnificencia de ese momento. Después De Rosa leyó sobre la familia, y los demás caminaban por al lado de todos nosotros dejando los sobres a nuestra izquierda. Yo que no dejaba de llorar y el agua se filtraba por el pañuelo mojando mi cara. Hernán nos dijo que cuando estuviéramos listos para abrir el sobre, nos destapáramos los ojos y camináramos hasta la orilla del mar.
Leímos las cartas, vimos las fotos, y todos lloramos… mucho. Nos abrazamos incluso algunos sin conocernos. Nos dijimos cosas que no habíamos imaginado. Fue asombroso, nada en lugar de eso podría haber sido mejor.
Minutos así y después caminamos hasta un punto donde se junta el agua del mar con el de la laguna, formando una lagunita de agua templada y piedras. Nos esperaba la leña en la arena que se hizo fogón. Guitarra y canciones; ritmos, letras que todos coreamos entre lágrimas. Los profesores se fueron y nos dejaron quedarnos hasta la hora que quisiéramos. Muy tarde o casi temprano, a la madrugada, el frío era más intenso y decidimos volver.
El último viernes fue la fiesta de disfraces. Me puse mi shortcito negro, una remera a rayas, Vans y tiradores grises, un sombrero; me pinté la cara de blanco, delineador, rimmel y red lips. Era mimo. La mejor excusa para no contestarle a un par en la barra, la mejor excusa para disimular que no me sé las letras de reggaeton. Bailamos muchísimo y nos olvidamos de lo cansados que estábamos. ¿Cuántos Speed me habré tomado ésa noche?
Me puse algo triste al darme cuenta de que estaba viendo por última vez a Pablito. Por última vez casi no hicimos más que mirarnos fijo a los ojos y sonreír. Por última vez no iba irme sin decirle lo que sentía… Sentía que el mimo era él. Yo tenía ganas de hablarle y que estemos juntos. Obvio que se lo dije, y enseguida interrumpió Juli diciéndome que lo invite a entrar al bar conmigo. Me limité a despedirme de los dos con un abrazo y una sonrisa forzada. Entré, ya terminaba la fiesta. No restaba nada que estuviera en mis manos.
Llovió como nunca y el viento se hacía notar frenéticamente. Dormimos la última noche en el pasillo, todos juntos; sin poder Vico y yo ver a Juli y Pablo, desde nuestra ventana, abajo sentados en el pasto (como todas las madrugadas). Estábamos asustados por los mil y un ruidos que se escuchaban en el hotel. Los vidrios estallaban, las puertas se golpeaban, y temprano los micros ya empezaban a irse con los chicos de otros colegios. Los misioneros que tenían todo el aguante, los pampeanos que nos peleaban en el comedor; todos, todos se estaban yendo y también en horas nosotros. Desayunamos y el micro ya nos esperaba.
Volvíamos… sábado a la tarde. En el micro, Santi me obligó a volver a pintarme la cara de mimo. No tanto porque, la verdad, yo accedí fácilmente. Después la pintura blanca fue de mano en mano por todo el micro. Quedamos muchos pintados de mimo y pintamos a los que se quedaban dormidos. Así volvíamos cantando "no bajamos nada, que nos bajen a patadas". Y... ¿quién iba a querer volver?
Desenlazando en pocas palabras: fue un viaje inolvidable, el mejor de mis 16 años, y viviría todo lo mismo devuelta con las mismas ganas.
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Auspiciado por:
“Jugos Mocoretá: rico es poco” y “Alfajores Grandote: si probaste el chiquito, comete el Grandote”.

7 comentarios:

Guadalupe- dijo...

jaja qe bueno! lei algo, es mucho. qe bueno qe lo hayas disfrutado! . yo tengo mi "viaje" de 9ª el viernes :D jaja. un beso linda! qe estes bien.

Tinitis! dijo...

Yo tenia un viaje a gesell pero salia $600 tres noches,
ni en pedo:)
Asi qe bueno otro año lo disfrutare.
Suerte que la pasaste bien.

Sergio Lara dijo...

me quede sin palabras.
Felicidades.

nofuunka dijo...

Fue emocionante ese viaje, dios.
Lo lei todo, jijijiji. te amo marta melisa.

Coffee's for closers dijo...

AH JAJAJA buenísimo lo del mimo, y re original su disfraz, el mío era de cabaretera =O
Que bueno que volvieron :)

Miranda J. Bonhome dijo...

Graaaaaaaacias por tu buena onda Melina!

Santu Sandá dijo...

Ha !!
Jajaja gracias ;).
T gusta Shia La Boeuf!! un idolo
Genial en TRANSFORMERS y en PARANOIA , me hice fanatico d el en MANO A MANO
Saludos